Paul Lewis reivindica el piano de Haydn
Lo cierto es que en su regreso al Palau el pianista inglés sacó a relucir todo eso y mucho más impregnando de carácter y personalidad tanto la ‘Sonata en Do menor, Hob. XVI: 20’ como la ‘Sonata en Mi bemol mayor, Hob. XVI: 52’. En la primera hizo gala de un gran lirismo en el ‘moderato’ así como de una gran introspección en su versión del ‘finale’. La segunda pieza de Haydn, con la que cerró el concierto, fue ejecutada con gran precisión y pulcritud; en un discurso mucho más denso Lewis acentuó un mar de cromatismos y acentos, sumergiéndose en todo el drama y la fuerza que, sobre todo, desprendió del ‘finale’.
Antes, y con el mismo nivel impecable, Lewis se había entregado a dos compositores que bebieron de Haydn. De Beethoven, que durante dos años estudió con el compositor clásico, se pudo escuchar unas personalísimas ‘Siete Bagatelas, Op. 33’, correspondientes a su primera etapa creativa y muy ligadas al clasicismo; fueron desgranadas con gran destreza, acentuando su virtuosismo. La velada había empezado con las ‘Siete fantasías, Op 116’ de Brahms -que tanto admiró a Haydn y Beethoven-, pequeñas joyas de gran dificultad técnica que cristalizan mil atmósferas que Paul Lewis supo dibujar algunas hasta con mimo y otras con todo el temperamento requerido.
Extraído de elperiodico.com por Manel Cereijo.
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